IDENTIDAD Y LA ADICCION

La IDENTIDAD es el producto acabado que posee cada individuo y que hace a la esencia de su ser.

Se compone de las múltiples identificaciones que ha logrado establecer y conservar a lo largo de su vida.

Da cuenta de sus ancestros, de su historia, de sus vínculos y de su trayectoria. Es única e irrepetible.

Esa IDENTIDAD comienza a quebrarse con la progresión de la enfermedad y da cuenta de ello el observar conductas en las que el sujeto transgrede sus propios límites cuando sus niveles concientes están afectados debido al consumo de sustancias.

En esta primera etapa, el inicial contacto con el químico psicoactivo, provoca una falsa autoestima
producto de sentimientos y conductas confusas y la construcción que la persona fue desarrollando con el paso del tiempo, respecto a sí mismo, se fractura.

Con la continuidad y permanencia, iteración y repetición del estado tóxico, la adicción, como entidad en su totalidad, toma gobierno de su vida, creando patrones de conducta autodestructivos agrupados como rasgos de carácter no funcionales:

  • Cambios de humor repentinos
  • Cambios en el círculo social
  • Desvinculación de sus responsabilidades
  • Distorsión en la manera de pensar, y más……

Este deterioro es impermeabilizado por ciertas barreras defensa de su enfermedad, que no permiten la conexión con la pérdida del control y las consecuencias del mismo.

El cuadro se agudiza a medida que pasa el tiempo llegando a situaciones en las que el sujeto pierde la concepción acerca de sí mismo: no reconoce el padecimiento de su realidad, se sumerge en un estancamiento emocional, comienza el descreimiento de sus potenciales y se suscitan continuas pérdidas. Se ha quebrado su identidad.

LA RECUPERACIÓN Y LA IDENTIDAD

Al iniciar y continuar un proceso de tratamiento profundo, que abarque diferentes áreas de su personalidad, en donde se sienta comprendido, limitado en su descontrol y sostenido, en resonancia y empatía con sus terapeutas, el paciente se abre a la asistencia y a la reformulación, por ende, al debilitarse los sistemas defensivos de la enfermedad, por mas que el individuo conecte con una realidad dolorosa y un vacío espiritual que su antigua vida le dejó, despierta sentimientos adormecidos reconoce y admite su problema se aleja del concepto de deficiencia moral y se acerca a la aceptación de una enfermedad.

Al tomar la responsabilidad de una recuperación, comienza a fortalecer recursos individuales y grupales y recobra confianza en él mismo, reconociendo sus potenciales, aplicando principios espirituales en sus relaciones interpersonales. Se siente otra vez parte del mundo y es así que renace su IDENTIDAD.